Hace unos meses escribía sobre la necesidad de cambiar nuestro modelo productivo. En un mundo globalizado necesitamos ser competitivos, lo que pasa imperativamente por aumentar nuestra productividad.
Como comentaba en el mencionado ensayo, desde un punto de vista genérico, sabemos que Productividad = Valor / Coste. Por lo que, para aumentar la productividad (para ser más competitivos, lograr el ansiado crecimiento económico y la correspondiente generación de empleo), tendremos que, bien reducir los costes de nuestros productos o servicios, bien aumentar su valor.
A día de hoy, resulta imposible para España competir en costes con los países de Europa del Este, China, India… Quienes se empeñen en seguir este camino están condenados al fracaso. Estamos siendo testigos desde hace unos pocos años de cómo muchas factorías que se instalaron en nuestro país décadas atrás, cuando éramos un país emergente (cuando el precio de las instalaciones y de la mano de obra era más barato), echan el cierre y se marchan a Hungría, China o a ubicaciones donde a la empresa le resulte más barato producir sus bienes para poder seguir compitiendo en el mercado.
Con una de las tasas impositivas más altas de Europa y con unos costes laborales muy elevados, ya no somos atractivos para las compañías internacionales. Un primer paso sería empezar de una vez a fomentar el acceso al trabajo y no la subsidiariedad estatal.
La mejor opción para aumentar la productividad es aumentar el valor de nuestros productos o servicios. Luego nuestro objetivo debe ser ofrecer más valor en nuestro trabajo, convertirnos en exportadores de tecnología tal y como hizo la hoy próspera Alemania tras su reunificación. Y es aquí donde aparecen dos factores clave: La educación y la innovación.
Gran parte del paro que tenemos en España es estructural. Por lo que deberíamos dejar de subvencionar sectores hoy obsoletos y dejar de prolongar la agonía de una muerte anunciada, formando a nuestros ciudadanos para empleos con mayor futuro. Lo que pasa por convertir nuestras universidades en centros punteros donde se forme a los mejores técnicos. La investigación y el desarrollo deben jugar un papel fundamental en todo este proceso.
Desde décadas atrás, vemos como determinados países, a los que definimos como emergentes, experimentan un fuerte crecimiento económico que se ve implementado por la llegada de empresas extranjeras que se instalan allí buscando reducir sus costes de producción. Años después, cuando comienza a consolidarse en éstos la clase medía, los costes laborales comienzan a encarecerse y la tributación deja de ser ventajosa, pliegan velas y ponen rumbo hacia nuevos destinos más atractivos (y baratos).
Como decía anteriormente, España fue en su día un país emergente y muchas multinacionales vinieron a instalarse en nuestro territorio. Hoy, algunas de ellas han cerrado sus factorías en nuestro país y se han ido a otros destinos más económicos. Actualmente las empresas centran su producción en países como China o la India. Todo apunta a que dentro de unos años dejará de ser rentable producir en ellos, como sucedió con el caso de España. Y las empresas pondrán sus miras en el África Subsahariana…
Es por eso que quiero hacer una serie de preguntas ya que se me antoja necesario reflexionar al respecto ¿Qué sucederá cuando no queden países o zonas geográficas en las que sea más barato producir? ¿Llegaremos a ver este momento, o al mundo le interesa que existan siempre países de segunda?
Artículo escrito para www.frikonomics.com
David Torija Pradillo