Los rojos no usaban sombrero

 

Imagino que el título del artículo no habrá pasado desapercibido, y que habrá generando sentimientos contrapuestos que irán desde la sorpresa o la curiosidad, hasta la indignación, pudiendo llegar a tildar el mismo de políticamente incorrecto sin tan siquiera leerlo (algo, por otro lado, muy habitual entre quienes dicen ejercer la tolerancia). Tal es así, que creo haber logrado mi primer objetivo: Usted está leyendo estas líneas gracias a que le ha llamado la atención, para bien o para mal, su encabezamiento.

Siento decepcionarle, en contra de lo que pueda pensar, voy a hablarle de técnicas de venta.

La frase de marras está sacada de un libro del escritor valenciano don Fernando Vizcaíno Casas (q.e.p.d.), por quien no me duelen prendas a la hora de reconocer, profeso una sincera, literaria y personal admiración, entre otros motivos, porque cultivaba como nadie la  novela satírica (gracias a su refinado sentido del humor) y por ser un caballero de los píes a la cabeza, y en la actualidad, los caballeros, como los señores, no abundan. Vizcaíno ha sido hasta hace bien poco  el escritor español más vendido de la historia, gracias a obras como Al tercer año resucitó o Las autonosuyas que fueron record absoluto de ventas durante más de una década, y con las que se ganó el sobrenombre de míster best-seller.

Muchas de sus novelas de historia ciencia ficción tienen como escenario el periodo franquista. Si a esto le sumamos el bigote que lucía  Vizcaíno, similar al de algún dirigente nacional sindicalista, pero que trataba en realidad de imitar a  galanes de la época de la talla de Carl Gable, provocó que más de un mal pensante le tachara injustamente de facha. Y es que mucha gente se empeña en tildarle a uno de fascista,  con la misma alegría que la gente de los pinares de Soria, en los años 30, llamaban americano a todo aquel que llevaba gafas de celuloide.

El padre de Vizcaíno Casas regentaba una sombrerería en el centro de Valencia, la cual  le fue expropiada por sus trabajadores, como fue costumbre en zona roja, en el transcurso de la guerra civil. Al finalizar la contienda, tras recuperar el control de su negocio (lo que extraoficialmente había sucedido con anterioridad a petición de los propios empleados que se veían incapaces de llevar el mismo a buen puerto sin la dirección de su patrón), se le ocurrió el lema comercial que preside este artículo, con la intención de relanzar su negocio, y que bien podía considerarse como la primera acción brillante de marketing en España.

No voy a entrar en el debate existencial de si las necesidades se crean o ya existen. Ambas posturas me fueron brillantemente argumentadas en su día, la primera, por D. Tomás Guillén (director general del grupo Ifedex, a la par de brillante comunicador y mejor docente), y la segunda, por D. Rafael Muñiz (fundador del Foro Internacional de Marketing). Pero lo que sí voy a hacer es quitarme el sombrero, nunca mejor dicho, ante la sensacional ocurrencia del padre de Fernando Vizcaíno Casas, a la sazón, propietario de aquel pequeño y pionero comercio valenciano.

Valencia fue la última capital de la República y, por ende, una de las últimas ciudades en ser tomadas por las tropas nacionales. Permítaseme, llegado este punto, aclarar que, en el transcurso de la guerra, ambos bandos eran conocidos como rojos y nacionales, adjetivos comúnmente aceptados por las dos facciones combatientes. De hecho, el adjetivo rojo no se utiliza  de forma despectiva ya que, los propios integrantes del bando vencido, se ufanaban en definirse como tales. Hago esta aclaración, pues en las nuevas versiones imperantes de esta etapa de nuestra historia, se define a los vencedores como el bando fascista o franquista y a los vencidos como el bando republicano.

Los ciudadanos valencianos, por ser de los que más tiempo habían estado bajo mando republicano, podían ser sospechosos de ser afectos a los vencidos. De ahí que sintiesen la necesidad de reafirmar su afinidad con los vencedores para escapar de la represión de éstos. De ahí que al señor Vizcaíno se le ocurriese el lema comercial los rojos no usaban sombrero, algo que, pese a no ser verdad (Largo Caballero, Lennin… y muchos otros dirigentes socialistas y comunistas cubrían sus cabezas con dicha prenda), llevó a miles de ciudadanos valencianos a comprarle un sombrero al ingenioso empresario para, pese a la calurosa climatología que ha imperado siempre en la capital del Turia,  dejar bien claro su simpatía con el bando vencedor. Acción que aparte de reportarle unos pingües beneficios a su ideador, fue rápidamente copiada por otro comerciante ubicado en la madrileña calle de la montera con idéntica intención y resultado.

 La moraleja que esta historia nos enseña es que, por duros y difíciles que sean los tiempos que a uno le haya tocado vivir, si se agudiza el ingenio siempre hay una oportunidad, una necesidad que cubrir que nos ayude a prosperar económicamente.

David Torija Pradillo

Artículo publicado el autor en La Gaceta de Nuestra Comarca

Acerca de David Torija

Economist and MBA. Business Development Manager, Advisor and Business Strategist. Passionate about Management, Finance, Marketing, Sales, Social Media, Writing and Public Speaking. Cross Cultural and Global Minded. Hard Worker. Entrepreneur. Optimistic, Enthusiastic: Always look on the bright side of life.
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