Una de las acepciones de la palabra inocente, según la Real Academia de la Lengua Española, es alguien sin malicia, que no daña. El pasado día 28 de diciembre, precisamente el día de los Santos Inocentes, se nos fue mi abuelo, un humilde mecánico jubilado a quien jamás escuché hablar mal de nadie y que afrontaba la vida con un sentido del humor encomiable. Hoy voy a cruzar la línea fronteriza que separa lo profesional de lo íntimamente personal. Voy a hacerlo porque las personas buenas merecen ser recordadas, de ahí que quiera compartir públicamente la carta de despedida que he escrito a mi abuelo.
Hola abuelo, no voy a preguntarte qué tal andas porque ya conozco tu respuesta, cómo voy a andar Davicete, cojeando de la pata derecha, como siempre. Supongo que a estas horas estarás camino del cielo. Cuando llegues ni se te ocurra vacilar a San Pedro. Si a tu llegada te pidiese un cigarro, no le digas aquello de “el tabaco de tomé, hay que ver qué bueno es, dijo el Fraile de Montoro, el del estanco es un robo”. Tampoco le cuentes el de “amadísimos hermanos…y ahora es cuando tenemos follón como todos los domingos”. Y es que no sabemos qué sentido del humor se gasta la curía en las altas esferas. Por descontado que tampoco sería prudente decirle aquello de ”un Juez me preguntó que de qué me mantenía, yo me mantengo del robo ¿de qué se mantiene Ussía?”
Dicen que en el cielo hay una réplica atemporal del Madrid más castizo. Hay corralas y casas de corredor (que no son lo mismo) como la de Mesón de Paredes, cerca de la Escuelas Pías de Castilla. De allí parte cada mañana el Padre Venancio, fumándose un cigarro puro, hacia Radio Nacional. Va por la calle La Ese, que une Lista con Serrano. Va a pedir para los pobres y no da ni para…
En la calle Ferrocarril te esperan Patapalo y todos tus amigos. Tal vez hoy lleve el coche al taller Juan March y te invite a tomar un chato de vino. Al pasar por la calle Ferrocarril os saludará Porres, el falangista. Tú siempre has saludado a todo el mundo. Y es que “hay que ser educado y nunca sobra un ¿qué hay? Buenas, ¿qué tal?”
Como será una ciudad atemporal también podrás, al salir de Seat Castillo, ir a tomar un chato de vino, acompañado claro, que “entrar solo a un bar es de borrachos”, a Jesusín y al Sevillano, donde seguro habrá rifa y pasarás un rato divertido. Uno se toma un chato de vino para socializar, no para emborracharse.
Llegarás tarde a casa. La abuela habrá hecho patatas alioli y filetes empanados. Los alfileres en el mantel serán un indicio de que también habrá bígaros. En mitad de la comida la abuela refunfuñará porque llegaste tarde, te tocará hacerte el dormido hasta que pase el temporal. La casa es pequeña, es una réplica exacta de la vuestra de Villaverde. Por mucho que uno esté en el cielo, no se necesitan lujos para ser feliz. En las literas hay bandejas con buñuelos de nata, vainilla y también de chocolate. En tiempos terrenales eran para el día de Todos los Santos, pero en el cielo uno puede comer, con prudencia y mesura, lo que le apetezca, por lo que puede que también tengas de postre el flan de café de la abuela. Dale un beso de mi parte y dile que la hemos echado mucho de menos todos estos años.
Después de comer, tal vez te pase a buscar el tío Pepe, quien habrá estado pescando. Podréis refranear y vacilar un poco. Tal vez le preguntes que si ha visto una pelea de negros en un túnel o le recites el “no hay doncella sin amor, puta que no se case, ni moneda falsa que no pase”
Los camareros de las tascas serán de los de antes, por lo que no se ruborizarán cuando respondas a su pregunta de “qué le pongo al señor” con un “al señor le pone usted un cirio y a mi me pone un chato de vino”. O cuando respondas a la pregunta de si quieres agua con un “yo no gasto agua na más que pa lavarme. Usted no sabe que el agua es la ruina de todos los gobiernos, el óxido de los barcos…”
Seguro que tu perro de la niñez, el Cheli, correrá por la calle sin temor a que se lo lleven unos traperos. Patapalo te invitará a Baeza (pueblo o estación) y podrás ir a la Feria del Automóvil de Barcelona cuando quieras. En la Plaza Mayor habrá una escuela de carteristas, donde los malhechores aprenderán a guindar con cascabeles, continuará la picaresca de los taxistas, el tocomocho etc. En fin, un cielo castizo.
Abuelo, nunca te lo he dicho, pero he aprendido mucho de ti. Tus dichos siempre calaron muy hondo en mí y han sido siempre grandes enseñanzas. He aprendido que para que las cosas salgan bien hay que hacerlas tranquilo, concentrado en la tarea (vísteme despacio que tengo prisa). He aprendido que a este mundo uno no viene a amargarle la vida a nadie, y que hay que reírse, que si uno no se ríe genera bilis y eso es muy malo para el hígado. Gracias por tu sentido del humor y por tantos buenos momentos.
Aún no me hago a la idea de que no volveré a verte, ni tan siquiera a hablar contigo por teléfono. Voy a echarte mucho de menos abuelo.
Te queremos,
el Satélite, la Secretaria y la Niña.
David Torija Pradillo