Al loro con el oro

Oro, del latín aurum, elemento químico brillante, de número atómico (número total de protones en el núcleo del átomo) Z= 79, símbolo heráldico del poder económico,  siempre codiciado, ya uno de los magos de Oriente, según relata San Mateo en su Evangelio, ofreció este metal como valioso presente a aquel niño que cambiaría la historia de la humanidad. Su extracción desató la locura a mediados del siglo XIX, cuando los buscadores de oro, conocidos como forty-niners, llegaban desde todo Estados Unidos a California atraídos por lo que se conoció como la fiebre del oro.

El oro siempre ha tenido la consideración de valor refugio,  tangible, seguro, como en su día lo fue el ladrillo. Con esta lapidaria frase pretendo ilustrar mis sospechas acerca de que el oro pueda ser el protagonista de una nueva burbuja económica.

 La historia nos muestra cómo, en épocas de crisis, la gente ha depositado su confianza en el oro, como valor refugio. Cuando se desató la crisis de las hipotecas subprime, probablemente y como fruto de la globalización la más virulenta que han visto los siglos, la onza de oro cotizaba a 600 dólares (el oro, como otros metales, cotiza en la Bolsa de Londres), hoy lo hace a más de 1.208 dólares por onza.

La caída de Lehman Brothers en 2008 y el pánico bancario desatado como consecuencia de la misma (que forzó a los distintos gobiernos nacionales a salir al rescate de entidades financieras y a aumentar las garantías estatales para los depositantes), acrecentada por la rumorología (en ocasiones alentada por las propias entidades financieras que buscaban fajar a sus competidoras), la explosión de la burbuja inmobiliaria, más la debilidad del dólar de los últimos años, ha sido el caldo de cultivo perfecto para que ahorradores y especuladores depositen su confianza en el preciado metal.

En el segundo trimestre de 2010, como consecuencia de las dudas surgidas en la débil recuperación mundial, y ante los temores a una nueva recaída, la demanda de oro aumentó un 36%, situándose su precio en máximos históricos.

La regla de oro, nunca mejor dicho, para un inversor en cualquier tipo de valor negociable en un mercado regulado, ya sean acciones, materias primas o, como el caso que nos atañe, metales preciosos, es comprar barato para vender caro.

La economía, como todo en la vida, está compuesta por ciclos, por lo que en el largo plazo debería producirse una mejoría de la situación económica mundial, que se reflejará con fuertes subidas en el termómetro de la misma, la Bolsa, el dólar se apreciará y hasta el precio de la vivienda volverá a subir. ¿Qué ocurrirá entonces? Los inversores necesitarán liquidez para invertir en los activos que ofrezcan una mayor rentabilidad, por lo que desharán sus posiciones en el oro, haciendo bajar su cotización ya que la oferta superará en muchos enteros a la demanda, como consecuencia de la existencia de mejores oportunidades de inversión en el mercado.

Eso, si esta situación no se precipita antes, ¿o usted si fuera un ávido inversor que hubiese comprado oro antes de la crisis no estaría tentado a venderlo una vez duplicada su inversión a la mínima señal de recuperación económica?

Todo apunta a que el precio del oro, de momento, seguirá subiendo. Pero la lógica nos dice que esta situación no va a ser eterna, afirmación que la historia económica corrobora, ya que, periodos de fuerte crecimiento en el precio de un activo suelen finalizar con fuertes caídas en el mismo. Como muestra un botón: El boom inmobiliario.

 

David Torija Pradillo

Artículo escrito para lagaceta.es

Acerca de David Torija

Economist and MBA. Business Development Manager, Advisor and Business Strategist. Passionate about Management, Finance, Marketing, Sales, Social Media, Writing and Public Speaking. Cross Cultural and Global Minded. Hard Worker. Entrepreneur. Optimistic, Enthusiastic: Always look on the bright side of life.
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