Artículo escrito para lagaceta.es
La publicación de este artículo en el día de hoy no es casualidad, pues al hacerlo pretendo reclamar mi derecho a trabajar. Pese a no estar completamente de acuerdo con la reforma, con un 20% de paro creo necesaria la dinamización del mercado laboral, porque entiendo que se debe fomentar el trabajo y no el subsidio, ya que veo más lógico que se facilite el acceso al trabajo, a que se incentive el desempleo. Postura que, lógicamente, no será compartida por aquellos que se han convertido en profesionales del paro (trabajando el tiempo justo para después forzar un despido y vivir unos meses del paro y vuelta a empezar la rueda).
Desde que, con apenas 9 años, fui invitado a marcharme del colegio concertado católico en el que cursaba mis estudios de la extinta y añorada EGB, por los mal llamados piquetes informativos, en una de las primeras huelgas generales de la historia de la democracia, no tengo una opinión nada favorable acerca de estas jornadas.
Pueden imaginarse el cariño con el que nos informaron, aquella aciaga jornada, los sindicatos izquierdistas de que la religión era el opio del pueblo y de que aquellos curas y profesores de quienes tan grato recuerdo guardo, eran unos esquiroles y unos…En el telar de la historia ha quedado plasmado el trato con el que la izquierda española ha dispensado en ocasiones a la Iglesia Católica, y que vivió sus episodios más negros durante la Segunda República, donde no existió piedad ninguna ni con iglesias y colegios, ni con clérigos y fieles (conozco el caso de una persona a la que le dieron el paseo por tener un libro en su casa de derecho canónico, huelga decir que la víctima era abogado).
Esa misma Iglesia Católica que no sólo se ocupa de la alimentación y de la educación de los más necesitados, si no que ahorra al Estado más de 4.000 millones de euros al año con sus 6.041 centros concertados.
Mi poca simpatía por la huelga ha estado a punto de llevarme a titular este artículo con una estrofa de una vieja canción falangista, que, escrita por Tomás Borrás y el maestro Moreno Torroba, lleva por título El Himno del trabajo y cuya letra refleja un sentimiento mayoritario entre la población cuando dice aquello de <<basta de obrero envenenado y de patrón explotador>>. Y es que no somos pocos los que deseamos trabajar en paz, lejos de las presiones tanto de quienes han hecho del rencor y la manifestación su profesión, como de quienes se creen los dueños y señores de sus trabajadores.
Con un título así supongo que habría multiplicado por diez el número de lectores de este artículo cuando, curiosos unos, escandalizados otros, buscasen adentrarse con su lectura en las entrañas de lo políticamente incorrecto. Pero no es el caso, tan sólo me limito a hablar desde la libertad e independencia que me otorga mi no filiación política ni sindical, de historia económica, aunque alguno de los datos que voy a desvelar pueda causar sorpresa entre quienes creen tener la exclusividad de las conocidas como conquistas sociales.
La de hoy es la séptima huelga general que vive la democracia española. La primera fue en 1978, cuando los sindicatos españoles se sumaron, con un paro de tan sólo una hora, a la huelga convocada en todo el continente por la Confederación Europea de Sindicatos, como protesta por la tasa de paro existente (tan sólo un 5% de media en Europa). Tuvimos que esperar hasta 1985 para que los sindicatos mayoritarios UGT y Comisiones Obreras, convocaran una huelga general como protesta por el aumento de 2 a 8 años del periodo de cálculo de las pensiones. Aquel paro se saldó con unas pérdidas para el Estado de 180 millones de euros.
La más recordada, tanto por la movilización conseguida, como por el resultado (el Ejecutivo retiró sus reformas sociales), fue la huelga de diciembre de 1988 que, con Felipe González en el poder, costó al Estado cerca de 2.400 millones de euros.
En mayo de 1992 los sindicatos volvieron a convocar movilizaciones generales (esta vez sólo media jornada) solicitando la retirada del decreto que recortaba
las prestaciones por desempleo y del proyecto que regulaba la ley de huelga. Paro que volvió a costarle a España más de 180 millones de euros.
En 1994, con más de tres millones y medio de parados, el gobierno de González promulgó una nueva reforma laboral. En respuesta a la misma se convocó la última huelga general que tuvo que soportar el dirigente sevillano.
José María Aznar tuvo que hacer frente tan sólo a una huelga general (en 2004) cuyo detonante fue el llamado decretazo junto con la reforma de la protección por desempleo y la posteriormente declarada inconstitucional Ley Básica de Empleo. Aquel paro acarreó unas pérdidas aproximadas de 250 millones de euros al Estado.
Resulta curioso saber que los que hoy llaman a la huelga a los trabajadores (quienes no cobrarán el día de hoy en caso de secundarla) no dejarán de percibir sus emolumentos (como es el caso de los liberados sindicales). Me indigna comprobar como el secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, incita desde su crucero de lujo o desde su ático de protección oficial (adjudicado pese a triplicar los ingresos exigidos para optar al mismo) a su famélica legión a no cobrar el día de hoy para justificar su cargo y la misma existencia de su sindicato. Agrupación que, con más de 20 millones de parados, ha permanecido impasible hasta ahora por su simpatía con el gobierno. Lo mismo ocurre con su homónimo, Cándido Méndez, quien lo hace a la salida de los restaurantes de lujo, como el del hotel Villa Magna, de los que es asiduo comensal.
Como la historia está ahí, para dejar en evidencia a más de uno, resulta cuando menos curioso comprobar que la mayoría de las conquistas sociales que dice haber conseguido la izquierda para los trabajadores, se promulgaron en tiempos de la oprobiosa dictadura, cuando ostentaba la cartera de trabajo el viejo león vallisoletano, el falangista José Antonio Girón de Velasco. Pues él fue el artífice del nacimiento de la Seguridad Social, las pagas extraordinarias, las vacaciones pagadas, el derecho al desempleo, la protección social, la formación profesional y un largo etcétera que deja en mera anécdota los logros conseguidos por cualquiera de los sindicatos actuales.
Permítanme finalizar con un charrasquillo humorístico, sentido que ha de prevalecer siempre, hasta en los momentos más difíciles; y es que estoy convencido de que la convocatoria de huelga hubiese tenido un mayor éxito si se hubiese realizado un jueves ya que, cualquier españolito que se precie, la hubiese seguido para poder hacer puente el viernes.
David Torija Pradillo