Artículo escrito para www.lagaceta.es
<<Algunos hombres leen PlayBoy, yo leo cuentas anuales>> Warren Buffett.
Si usted está interesado en acometer cualquier tipo de inversión, estos sencillos consejos le serán de gran utilidad.
El fin de toda empresa, por políticamente incorrecto que pueda sonar, es la maximización del beneficio o, lo que es lo mismo, maximizar el valor de la misma para sus accionistas. Pese a que existe una definición más idílica que habla de la creación de valor para todo el entorno de la empresa (trabajadores, propietarios, proveedores, clientes…), no nos engañemos, lo que cualquier accionista de una compañía busca, traducido al román paladino, es ganar dinerito.
Peter Drucker afirma que el beneficio es el criterio soberano de la empresa. Por lo que decidiremos si acometemos o no una inversión en función del beneficio previsto (amén de otros factores que pueden inclinar la balanza hacia uno u otro lado). Siempre hay que tener una previsión, un plan, porque como dice Laurence J. Peter, si no sabemos a dónde vamos, probablemente acabaremos en otro sitio.
Nunca se debe acometer ninguna inversión que no supere unas expectativas mínimas. Resulta comúnmente aceptado que existen activos libres de riesgo; la mayoría de los analistas europeos toman, tomamos, como referencia el bono de deuda pública alemana (normalmente a 10 años) para fijar esa cuantía mínima por debajo de la cual no merece la pena asumir el más mínimo riesgo. El inversor más afamado del mundo, Warren Buffett, otorga un valor del 6% a los activos libres de riesgo, es decir, jamás invertiría un sólo dólar en ningún producto de inversión que no superara holgadamente dicha rentabilidad.
Rentabilidad y riesgo son dos factores directamente proporcionales, es decir, un alto riesgo debe ser compensado con una gran rentabilidad. Por lo que sería un sinsentido para un empresario o para un inversionista asumir un elevado riesgo en una operación que apenas ofreciese rentabilidad. El principio de aversión al riesgo nos dice que ante dos inversiones que ofrezcan la misma rentabilidad, elegiremos aquella que tenga un riesgo menor. Parece lógico ¿no?
La diferencia entre una operación con riesgo y otra sin él se denomina prima de riesgo. Ésta implica que toda operación debe tener una rentabilidad mínima esperada igual a la rentabilidad sin riesgo más la rentabilidad correspondiente al riesgo a asumir.
Los riesgos a los que nos enfrentamos en una inversión pueden cuantificarse, para ver cómo afecta cada variable de riesgo a la rentabilidad prevista del proyecto. Esto lo haremos mediante un análisis de sensibilidad. Una vez identificadas las variables de riesgo, analizaremos éstas en tres escenarios posibles, uno optimista, uno probable y otro pesimista. Un proyecto cuya rentabilidad en un escenario optimista sea muy alta y en el pesimista muy baja tendrá mucho riesgo, lo que deberemos compensar con una altísima rentabilidad (una TIR muy alta).
En el mundo de los negocios existe una ley que debe respetarse: El principio de diversificación. Poner todos los recursos en una sola operación no es la postura más sensata, ya que te lo juegas todo a una sola carta, vamos, que echando mano una vez más del refranero español, nunca deben ponerse todos los huevos en la misma cesta. No se deje engatusar nunca por cantos de sirena, sea precavido cuando le hablen de altísimas rentabilidades, en este mundo nadie da duros a cuatro pesetas. La postura más lógica y coherente será siempre repartir sus inversiones, esta actitud le ayudará a reducir el riesgo sin tener que reducir necesariamente el rendimiento esperado.
Recuerde que el dinero, aparte de ser un bien escaso con respecto a su apetencia, es un bien económico negativo, es decir, no vale lo mismo un euro hoy, que un euro dentro de tres meses. En igualdad de condiciones preferiremos cobrar una cuantía económica hoy a hacerlo dentro de tres meses. Por lo que el anticipo de un pago debe verse recompensado monetariamente. Intente siempre retrasar sus pagos y anticipar sus cobros.
David Torija Pradillo