Artículo escrito para www.lagaceta.es
En esta época de celebraciones familiares, reencuentros, y felicidad, solemos hacer balance del año que termina y mirar al nuevo ejercicio con ilusión, mientras elaboramos propósitos que, sistemáticamente, año tras año, no somos capaces de cumplir.
Desde una perspectiva económica, 2010 ha sido un año especialmente difícil en el mundo en general (salvo honrosas y afortunadas excepciones), y en este país, antes llamado España, en particular. Hasta el más común de los mortales percibe en el ambiente un menor entusiasmo como consecuencia del ingente número de desempleados, de familias que atraviesan graves dificultades como consecuencia de la pésima coyuntura económica…
Como consecuencia de la orgía de gasto público que hemos vivido en los últimos años, no compensada con ingresos de similar cuantía, las administraciones públicas y más concretamente el Estado, se encuentra en una peligrosa situación, ante la posibilidad, real, de no ser capaces de hacer frente a sus compromisos de pago. Por este motivo, y a instancias de la Unión Europea, el gobierno se ha visto en la obligación de llevar a cabo una serie de medidas que tienen por objeto reducir el elevado déficit público.
Medidas que, sin entrar a valorar si son o no suficientes, van a mermar lo que se conoce comúnmente como derechos sociales de los ciudadanos. El gobierno, sabedor de que este tipo de decisiones van a ser mal recibidas por sus electores y que pueden llegar a costarles el poder, ha tardado demasiado tiempo en decidirse y lo ha hecho con demasiada tibieza. Que te desalojen del poder es un trauma para aquellos que no tienen otras miras en la vida que el poder político (afirmación que no hago extensiva a todos los miembros del ejecutivo por aquello de que no se puede, ni se debe, generalizar). Ahora bien, tampoco me parece lícito desear que las cosas vayan mal para poder acceder al mismo, porque en la oposición, siguiendo la misma vara de medir que he utilizado para el gobierno, también hay quien ansía instalarse en la poltrona con la misma escasez de miras. Cosas de la política con minúsculas.
Como decía, 2011 va a ser un año difícil para España, ya que tendremos que hacer frente a vencimientos de deuda pública por un importe de 130.000 millones de euros (téngase en cuenta que deberemos emitir, al menos, 60.000 millones de euros más). Como decía en un artículo que publiqué recientemente en www.frikonomics.com, a este grave problema de sobreendeudamiento hay que sumarle que la inexistencia de préstamo interbancario, por lo que las ayudas del Banco Central Europeo no llegan a las empresas ni al ciudadano de a pie. Además, la prima de riesgo país ha llegado a alcanzar en España los 300 puntos básicos (la prima de riesgo es la diferencia entre la cotización del bono alemán a diez años y el español o, lo que es lo mismo, el sobreprecio que exigen los inversores por comprar deuda española frente a la alemana, entendiendo esta última como el activo libre de riesgo por antonomasia). Una prima de riesgo tan elevada supone que, tomando por ejemplo los datos del pasado 30 de noviembre, si el bono alemán paga un cupón del 2,8%, el español pagará un 5,8% para compensar el exceso de riesgo percibido por el inversor, el pago de estos 300 puntos básicos adicionales le supone un costo elevadísimo al estado español.
Tampoco va a ser un año fácil para la banca española. Más allá de que tanto por falta de confianza como por las necesidades de aprovisionamiento, no funcione el mercado interbancario, los calendarios de vencimientos de algunas entidades financieras españolas, incluyendo alguna de las consideradas como más punteras, también resulta desconcertante. Menos mal que muchos de los bancos tienen ya gran parte de su negocio en el exterior, tal es así que, recientemente, me comentaba un directivo del Santander que su banco, a corto plazo, se le definirá como un banco brasileño de origen español.
Los meses de febrero y septiembre van a ser claves para nuestro devenir futuro. Y de las empresas mejor no hablamos, ya que sin acceso a financiación ajena, apaga y vámonos.
David Torija Pradillo