Hace un par de fines de semana estuve viendo un rato un programa de televisión en el que imperaba una práctica muy española: hablar todos a la vez, interrumpirse los unos a los otros, jamás esperar a que termine el otro para empezar a hablar y, por supuesto, nunca escuchar a quien está enfrente, física e ideológicamente, no vaya a ser que nos entendamos.
En el mencionado programa, como en tantos otros, los tertulianos son duchos conocedores de cualquier materia.
Previamente al inicio del debate, que bien podíamos sustituir por el término pugilístico de las hostilidades, se entrevistó a un economista que ha adquirido bastante notoriedad últimamente debido a que circula por la red algún vídeo suyo en el que dice cosas más o menos interesantes, más o menos veraces, pero que sobre todo utiliza expresiones que con mayor o menor razón gozan de gran respaldo popular; vamos que dice que los políticos son unos sinvergüenzas que si tal, que si pascual, consiguiendo el éxito fácil entre una audiencia harta de pasar necesidades mientras que sus representantes políticos nadan, presunta o más bien fehacientemente, en la abundancia (en la ambulancia que diría aquella).
Como además el entrevistado lo es por una sola persona, el espectador puede prestar atención a lo se que dice con mayor facilidad. Si a esto le unimos que nos habla de dinerito, agudizamos nuestro oído al máximo.
Y si además uno mezcla tecnicismos con alguna expresión populista como que fulanito es un chorizo no sólo se ganará el aplauso fácil si no la admiración de un público que, en muchos casos, no ha entendido lo que le estaban contando, pero que bien podrían decir aquello que le contestó, torpemente, al experto en recursos humanos, don Juan Luís Garrigós, un candidato inexperto cuando aquel trató de ponerle a prueba diciéndole que parecía que no encajaba en el puesto: <<si lo dice usted que sabe tanto>>.
Cuando uno habla de cara a la galería y dice lo que la gente quiere oír, tenga razón o no, buscando el éxito fácil, practica el populismo. Y el populismo es materia peligrosa. ¿Por qué digo todo esto? Pues porque en un momento dado el entrevistado habló de la posibilidad de que alguna entidad bancaria pudiese caer y los ahorradores, nosotros, perder nuestro dinerito.
¿Por qué son peligrosas estas afirmaciones?
Tres son las funciones del dinero: es un medio de cambio, una unidad de cuenta y un depósito de valor.
Es un medio de cambio porque podemos intercambiar cosas por dinero y con el dinero recibido comprar otras cosas. Frente a los defensores de sobremesa (bien regada) del trueque, esta función del dinero permite separar en el tiempo ambas decisiones de venta y compra, lo que permitió avanzar y crecer a la humanidad.
La confianza, pilar básico de la economía, hizo posible su aceptación como medio de cambio, como un medio de pago.
Es una unidad de cuenta por la que podemos conocer el valor de un bien o servicio utilizando como medida de cuenta la unidad monetaria correspondiente (peseta, euro, dólar…).
Si el dinero sirve para diferir pagos es porque es comúnmente aceptado (confianza) y porque puede conservar su valor, esto es, sirve como depósito de valor.
Como vemos, la utilidad del dinero se basa, en gran medida, en la <<con-fi-an-za>>.
Existen dos tipos de dinero: legal y bancario. El dinero legal son los billetes y las monedas de curso legal, mientras que el dinero bancario lo crean los bancos cuando, por ejemplo, abrimos una cuenta corriente, esto es, un depósito a la vista.
Estos depósitos pueden ser primarios: cuando un cliente ingresa dinero legal (billetes o monedas), un cheque o hace una transferencia a un banco. De este dinero recibido el banco está obligado tan sólo a guardar un porcentaje denominado coeficiente de encaje o reservas de caja (liquidez mínima que ha de tener el banco), mientras que con el exceso de dinero se invierte, por ejemplo, en la concesión de préstamos. A los clientes o prestatarios que han recibido dicho préstamo, se les abre un depósito que es, en este caso, un depósito derivado.
El banco no tiene disponible todo nuestro dinerito guardado en un cajón. Por lo que si fruto de un rumor o de una situación de pánico tratásemos todos de retirar inmediatamente nuestro dinero de una entidad financiera…
Los argentinos saben bien de qué estoy hablando.
El sistema bancario se basa en la confianza de los agentes que intervienen en el mismo. Seamos pues prudentes y consecuentes con nuestras palabras y nuestros actos.
David Torija