El domingo 9 julio del año 2006 aterrizaba en Roma apenas una hora antes del comienzo de la final del mundial de fútbol que enfrentaría a la Italia de Cannavaro con la Francia de Zidane. Había viajado a Roma por trabajo, al día siguiente tenía una cita con un prestigioso arquitecto al que iba a encargarle un proyecto. Encontré un restaurante en las proximidades del hotel en el que pude ver el partido. Fue toda una experiencia. Vi la prórroga y los penaltis con los camareros y cocineros sentados junto a mi mesa celebrando cada lance del juego como auténticos tifosis. Tras la victoria Italiana, la gente se echó literalmente a la calle. Pude disfrutar un rato del ambiente desde la terraza de una cafetería, mientras degustaba un helado italiano.
Tras pasar gran parte de la mañana siguiente en el despacho de arquitectura objeto de mi viaje, pude hacer algo de turismo. Al caer la tarde, asistí, invitado por el mencionado arquitecto, a una cena en un elitista club privado (del que el Rey Juan Carlos era socio honorífico) en el Palacio Borghese. Vestí para la ocasión, acorde con las normas de etiqueta, corbata gris, traje liso y oscuro y camisa blanca. Un camarero con guantes blancos me sirvió un insulso arroz pastoso de color verde. A mi llegada a aquel Palacio, me topé con la arribada de los jugadores y con las pertinentes celebraciones de los millares de aficionados. Pensé que aquélla iba a ser la vez que más cerca iba a estar de la celebración de la victoria de un mundial. Me equivoqué. Cuatro años más tarde, España ganaría su primer mundial.
Compré este libro unos días antes del inicio del mundial de Brasil, éste ya de infausto recuerdo para el futbol español, motivado por mi admiración hacia Inocencio Arias.
En esta obra Chencho analiza los mundiales de fútbol, desde el celebrado en Brasil en 1950, en el que se disputó el legendario partido en el que España derrotó a la Pérfida Albión con el famoso gol de Zarra, hasta el mundial de Sudáfrica de 2010 en el que España se proclamó campeona ante la Naranja Mecánica con el épico gol de Iniesta.
Chencho nos va contando, cronológicamente, cómo fueron los partidos clasificatorios de las distintas selecciones, los partidos de la selección española y los partidos clave de cada mundial. Comienza cada capítulo (cada uno de ellos dedicado a un mundial) con una deliciosa reseña histórica sobre los acontecimientos capitales del año del mundial y de los inmediatamente anteriores, y lo hace con su particular estilo, que denota un refinado sentido del humor.
Eso sí, le he cazado un par de gazapos. La final de la Eurocopa de 2008 fue el 29 de junio y no el 30, y el Real Madrid gana su octava Copa de Europa en el año 2.000 y no en 2.001 como se dice en el libro.
En mi caso, y al contrario que Chencho, soy más apasionado del Real Madrid (soy socio del club blanco desde hace más de 20 años) que de la selección española. Mis recuerdos futbolísticos más emotivos no son de la selección española, son de las dos copas de la UEFA que a mediados de los 80 conquistó el Real Madrid (con las famosas remontadas en el Bernabéu) y de la séptima, octava y novena Copas de Europa (a cuyas finales tuve la suerte de asistir).
Recuerdo de una manera más emotiva el partido que nos clasificó para la Eurocopa de 1984 (y cuya final se nos escapó, en el Parque de los Príncipes, entre las manos de Arconada) contra una Malta a la que endosamos 12 +1 goles (el último, el de Gordillo, fue anulado por invasión de campo) y la noche mágica del Buitre en Querétaro en el mundial de México 86, que los triunfos en el mundial de Sudáfrica y en las Eurocopas de 2.008 y 2.012. Mi preferencia por aquellos dos partidos tal vez se deba a que durante la niñez uno idolatra a los protagonistas de aquellas gestas y las disfruta con mayor inocencia (sobre el partido España – Malta existía la duda razonable de un posible amaño por parte de la Federación Española que presidía el desaparecido Pablo Porta).
En la anteriormente citada noche mágica de Emilio Butragueño en Querétaro y sus cuatro goles frente a Dinamarca, Chencho cuenta cómo en televisión española se hizo publicidad subliminar con la imagen del Buitre en favor de la campaña electoral de Felipe González. Recuerdo que tras el partido se escucharon cánticos en Cibeles (si no me equivoco, la tradición de festejar allí los triunfos deportivos de la selección y del Madrid comenzó aquel día) de “oa, oa, oa el Buitre a la Moncloa”. Puede que aquellos cánticos inspiraran a quienes cometieron la tropelía de utilizar el fútbol con fines políticos.
Volviendo al libro que nos ocupa, se trata de una completa historia sobre los últimos mundiales de fútbol, con la excepción del celebrado este año en Brasil, cuya lectura recomiendo a los amantes del deporte rey.
Mis mundiales
Inocencio Arias
Plaza&Janes
Una reseña de David Torija