En su libro Mis mundiales (reseñado por mí en este espacio hace unos meses), Inocencio Arias recomienda la lectura de este libro de Muñoz Molina, es más, afirma que debería ser de obligada lectura si queremos entender qué nos ha llevado a la actual coyuntura económica. Tras leerlo, sólo puedo decir que Chencho tenía razón.
Antonio Muñoz Molina fue testigo en primera persona de los desmanes económicos de la clase política (tanto estatal como autonómica), desde el Instituto Cervantes de Nueva York, institución que él dirigía en los años del despilfarro económico nacional. Nueva York parecía ser la obsesión de la clase política. Viajes innecesarios con gastos desmesurados, para celebrar eventos inútiles a los que finalmente sólo acudían el séquito que a todo trapo viajaba desde España y la comunidad española afincada en Nueva York.
En sus primeras páginas, Antonio Muñoz Molina cuenta cómo conoció a un empresario valenciano, afincado por aquel entonces en Nueva York. Empresario que llegó a situarse entre las primeras fortunas del mundo según la revista Forbes. Me sorprendió toparme en el libro con él, pues en su día tuve alguna relación de colaboración puntual con su compañía. El comportamiento bursátil de su inmobiliaria fue un fiel reflejo de lo que fue el conocido boom inmobiliario (El precio de la acción llegó a revalorizarse un 1.100%). El desplome del precio de sus acciones fue el detonante del estallido de la burbuja.
18 de abril de 2007, el destino quiso situarme en las oficinas centrales de la mencionada compañía en el momento del desplome de sus acciones. Teníamos previsto reunirnos con la plana mayor de aquella empresa (con la excepción de su presidente, quien dirigía la compañía desde la ciudad de los rascacielos). Recuerdo el rostro de preocupación del Consejero Delegado sentado en su despacho frente a la pantalla de su ordenador. Pulsaba la tecla intro constantemente para actualizar la cotización y comprobar el desolador comportamiento del precio de una acción cuya cotización tuvo que ser suspendida por la CNMW. Finalmente se excusó y no asistió a nuestra reunión.
El caprichoso destino, me llevó de nuevo a las mismas oficinas, al despacho de su Consejero Delegado, el día en que se hacía efectiva la absorción de la compañía por otra empresa (tras una jugada estratégica que se dio la vuelta tras el desplome bursátil). Pese a la incertidumbre del momento, esta misma persona (quien finalmente perdería su puesto aquel día), mano derecha del presidente, tuvo la deferencia con nosotros de verificar que la operación conjunta que habíamos mantenido estuviese debidamente finiquitada. Unos años más tarde, colaboré escribiendo artículos de economía en un medio que él dirigía.
Volviendo al libro, Antonio Muñoz Molina no deja títere con cabeza, pero dice verdades como puños que invitan a reflexionar, ejercicio poco practicado en este país antes llamado España. He echado de menos, eso sí, un mayor número cifras y datos que dieran un mayor peso a sus argumentos.
No hay estamento que se libre de la crítica del autor, incluido el partido político de su juventud u otros que son o han sido de su simpatía. Aunque es bastante objetivo, se ceba en exceso con la Iglesia Católica y no acierta en su percepción de la función y el coste real de las escuelas concertadas en España.
Realiza un certero análisis de la situación de la Administración Pública. Por un lado, existe duplicidad de empleos en las distintas administraciones (muchos de ellos innecesarios, creados y adjudicados para el entorno de sus promotores) y carencia de empleos vitales (policías, médicos, jueces etc.) Por otro lado, la ausencia de planes de carrera dentro de la administración pública da píe a la desgana y a la baja productividad de parte del funcionariado.
Tras bucear en la hemeroteca para documentarse para esta obra, su autor da pelos y señales del despilfarro mayúsculo que hemos vivido en las últimas décadas, con numerosos y bochornosos ejemplos.
Todo esto ha sido posible con la complicidad, por dejadez, de una sociedad civil que vivía, vivíamos, hipnotizados por la ilusión monetaria del dinero barato prestado a borbotones. No hemos sabido fiscalizar las actuaciones de nuestros dirigentes, permitiendo obras faraónicas inútiles que nunca debieron acometerse, desfalcos sonrojantes y despilfarros de todo pelaje.
Os invito pues, a leer este libro y reflexionar sobre nuestros errores, al objeto de no volver a caer en la misma piedra.
Todo lo que era sólido
Antonio Muñoz Molina
Seix Barral
Una reseña de David Torija