Es ya costumbre que la carta que escribo cada año a Papá Noel se la entregue a mi cuñada para que ella gestione la adquisición de las cosas que pido. Básicamente, libros en inglés (no siempre fáciles de encontrar en España), algún best seller en español y alguna película clásica descatalogada. Noches sin dormir era una de mis peticiones este año. Papá Noel acertó.
Si la memoria no me falla, éste es el tercer libro de Elvira Lindo que reseño en mi blog. Primero fue Lugares que no quiero compartir con nadie, libro que leí durante un viaje de trabajo a Dakar y que comparte con el que hoy reseño la plaza, Nueva York y que la autora narra en ambos vivencias personales en la ciudad que nunca duerme. Después reseñé Mejor Manolo, otro regalo de Papá Noel que, al igual que el hoy reseñado, fue el primer libro que leí aquel recién estrenado año. El marido de Elvira, Antonio Muñoz Molina, también tiene su sitio en mi blog con la reseña de su magistral obra Todo lo que era sólido.
En sus noches sin dormir, Elvira Lindo cuenta, en forma de diario, un diario sorprendentemente íntimo, su último invierno en la ciudad de Nueva York. Relata cómo, con su hermano venido desde Chile como escudo humano, digo como testigo, le dijo a su marido que no quería pasar otro invierno más en Nueva York. Abre su corazón al lector describiendo su dolor por no haber estado más cerca de su padre en sus últimos años, o lo que supuso para ella la pérdida de su madre cuando apenas era una niña. Amén de contarnos sus aventuras y desventuras del día a día en la ciudad. Todo ello con la prosa sencilla y adorable que siempre nos regala Elvira Lindo en sus textos.
Desmitifica en su narración, la cineasta ciudad de Nueva York. Ciudad hecha de retales, que despierta sentimientos extremos de amor y odio. Sentimientos que a veces convergen. Una ciudad individualista y dura para la clase media. Lo hace desde su experiencia de más de una década viviendo la mitad del año en la capital del mundo.
Pese a todo, en mi caso, sigo adorando la ciudad de Nueva York. Ciudad que he tenido la suerte de visitar anualmente durante algún tiempo y en la que viví tan solo unos meses. Tal vez se deba a que siempre la veo como la primera vez porque, como decía F. Scott Fitzgerald en El Gran Gatsby: La ciudad vista desde el puente de Queensboro es siempre la ciudad vista por primera vez, con esa salvaje promesa de encerrar todo el misterio y la belleza del mundo.
Recomiendo abiertamente la lectura de esta deliciosa obra de Elvira Lindo. Tal vez aún estéis a tiempo de pedírsela a los Magos de Oriente.
Noches sin dormir
Elvira Lindo
Seix Barral
Una reseña de David Torija